martes, 9 de febrero de 2010

Como cuando el campesino el campo en fiesta by Holderlin


Como cuando el campesino el campo en fiesta
sale a ver al atardecer, cuando
del caluroso aire caen refrescando rayos
todo el día, y aún lejano reverbera el trueno,
y de nuevo en su ribera el arroyo se hunde,
pero más fresco verdea el prado y el grano
se aproxima, restaurado por la lluvia del cielo
y brillan bajo el quieto sol los árboles del bosque,

así, ahora bajo un cielo favorable están
los poetas. Que ningún maestro solo, la
maravillosa, omnipresente, educa, (salvo) con ligero
abrazo, la potente, hermosa y divina naturaleza.
Por esto, cuando parecen dormir en épocas
del año, en el cielo o entre las hierbas o entre los
pueblos, también el rostro de los poetas está de luto, y parecen solos.

Y como el ojo del héroe anunciando victoria, de los poderosos
el pensamiento es inflamado, así ahora se enciende
en los actos vitales un ascua en el alma de los poetas
y lo que primero sucede apenas advertido por nosotros, durmientes,
lo que ahora sucede diariamente, en divino significar
es manifiesto y un nuevo sol brilla sobre nosotros,
distinta florece la primavera, con el rumor del bosque,
movido por el hálito divino,
así el estrépito del día vibrando nos rodea,
y amorosamente el sueño de la noche tan sólo entonces ve

Y cantaremos

y cuando el recuerdo de un mundo en nosotros
resonase, ¿deberá sonar como si el dedo
de un niño intencionalmente
la cítara del maestro tocase? Oh, no gastéis
su cítara ni os burléis
así del maestro, pues cuando su espíritu,
y así vibramos,

¡él así no escucha! Pero
otros escucharán el canto, que similar
a la vid surgió de la tierra y de sus llamas
y del sol en el cielo
y de las tormentas, que en el aire y
lleno de misterios se prepara, vagando
entre cielo y tierra, entre los pueblos,
pensamiento es del espíritu divino
terminando quietamente en el alma del poeta,
a la entonces conocida, desde siempre reposa
en conocida eternidad, de lejanos recuerdos
tiembla el alma en su profundidad,
y el alma, inflamada por lo divino,
fruto del amor nacido,
es obra del cielo y del hombre
que el canto libera, dando fe de ambos.

Así acertó
y ahora todos beben sin peligro del divino fuego
pero a nosotros, poetas, nos corresponde
permanecer con la testa descubierta bajo
las tormentas del Dios, y los
rayos del padre, ellos también, también ellos,
empuñar, y envueltos, y atemperados
en el canto de los hombres que amamos, al divino
don llegar. Y si puros nuestros corazones,
si inocentes serán, como niños, y puras de impiedad
nuestras manos, entonces no matarán, no destruirán lo sagrado,
y agitado en lo hondo permanece del íntimo corazón, pero firme,
participando de las penas de la vida, de la divina
cólera de la naturaleza y sus delicias, que el pensamiento
no conoce. Pero3 si por otra
flecha una herida autoinflingida me sangra el corazón,
y perdida en el hondo la paz, y el libre modesto apagarse,
y la quietud, y la ausencia me conducen a la
opulencia de la mesa divina, cuando en torno a mí

(...)

y dije, seré llevado a mirar
a los Celestes, ellos mismos me llevan
al hondo abismo entre los vivientes todos,
el falso sacerdote, que yo, por las noches
el temeroso canto advierte
cantos a los inexpertos.

HOLDERLIN

Versiones de José Manuel Recillas

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