martes, 9 de marzo de 2010

Nocturno II by JOSE ASUNCION SILVA



Poeta!, di paso
Los furtivos besos!...
¡La sombra! Los recuerdos! La luna no vertía
Allí ni un solo rayo... Temblabas y eras mía.
Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso,
Una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
El contacto furtivo de tus labios de seda...
La selva negra y mística fue la alcoba sombría...
En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda...
Filtró luz por las ramas cual si llegara el día,
Entre las nieblas pálidas la luna aparecía...

Poeta, di paso
Los íntimos besos!

¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!
En señorial alcoba, do la tapicería
Amortiguaba el ruido con sus hilos espesos
Desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos;
Tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
Tus cabellos dorados y tu melancolía
Tus frescuras de virgen y tu olor de reseda...
Apenas alumbraba la lámpara sombría
Los desteñidos hilos de la tapicería.

Poeta, di paso
El último beso!

¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!
El ataúd heráldico en el salón yacía,
Mi oído fatigado por vigilias y excesos,
Sintió como a distancia los monótonos rezos!
Tú mustia yerta y pálida entre la negra seda,
La llama de los cirios temblaba y se movía,
Perfumaba la atmósfera un olor de reseda,
Un crucifijo pálido los brazos extendía
Y estaba helada y cárdena tu boca fue mía! * *




José Asunción Silva murió en la madrugada del domingo 24 de mayo de 1896. Tenía 31 años de edad, no había publicado un solo libro y sus versos -que leía en tertulias y publicaba en periódicos- eran motivo de critica y hasta de mofa en su ciudad, la muy pacata y aldeana Bogotá. De familia acomodada y de rancia alcurnia, en ese momento vivía con su madre y su hermana en unas habitaciones arrendadas de la modesta casa colonial que compartía con los propios arrendadores. Y de su patrimonio económico -poco tiempo atrás rico y floreciente- solo quedaban los 10 pesos que le encontraron en la billetera y 52 ejecuciones judiciales pendientes sobre su cabeza.

Los infortunios comerciales y la incomprensión hacia su poesía y hacia su cultura, ambas muy sintonizadas con su tiempo, no fueron las únicas desgracias. Un año atrás había perdido buena parte de su obra literaria en cercanías a Barranquilla, al naufragar el barco que lo traía de Venezuela. Se sabe que desaparecieron dos colecciones de poemas, tituladas Las almas muertas y Poemas de la carne, pero el gran revés fue para su trabajo en prosa, ya que naufragaron también Los Cuentos negros y Cuentos de razas, así como la novela corta titulada Un ensayo de perfumería. La novela De sobremesa la reconstruyó poco después.

Su muerte constituyó una vergüenza para sus íntimos y un escándalo para la sociedad. Fue enterrado en tierra no sagrada, en el siniestro lugar destinado a los sacrílegos que se atrevían a atentar contra su propia vida. Como última despedida no recibió flores, sino un puñado de cal que, antes de cerrar el ataúd, le lanzó a la cara el enterrador. Sin embargo, ese desdichado había escrito la obra poética más importante de Colombia hasta hoy. Había iniciado la poesía moderna en el país, la cual bien puede dividirse en antes y después de él. Y había iniciado también, con algunos contemporáneos suyos de otros países latinoamericanos, la gran revolución de la poesía en lengua española, la revolución modernista.



3 comentarios:

Paquita Pedros dijo...

Hola cielo una bonita entrada muy bello poema lastima que muriera tan joven
un beso

Carla Tormenta dijo...

Impactante la vida del poeta, un talento para no olvidar.

Un placer amiga.

Sor.Cecilia Codina Masachs dijo...

Gracias por sus poemas, son de gran belleza.De gracias al Señor por ese don que hace que otras personas piensen, mediten e incluso con ellas puedan rezar.
Un abrazo de hermana
Sor.Cecilia Codina Masachs O.P