domingo, 14 de julio de 2013


Bella Luna Nueva,,, extraña,,, misteriosa, insondable,,, mensajera esperada por los enamorados,,, desde tiempos remotos,,, todos los seres que han poblado la tierra la han contemplado,,, y todos han dicho que la Luna es la joya del cielo,,, cuando en esas noches de soledad,,,de tristeza extendida,,,de nostalgia,,, de recuerdos ,,,que en un momento desbordan el corazon,,, cuando la mirada queda absorta admirandola,,, perdida en el tiempo y en el infinito ,,,en dulces remembranzas ,,, en sutiles imagenes que se suceden en la pantalla de mi mente,,, vienen los recuerdos de toda la vida,,, lo que he reido,,, lo que he llorado,,,lo que he perdido,,, lo que a pesar de todo aun espero,,, deseo,,, necesito,,, vienen a la mente todos los hechos que me hicieron feliz,,,cuando el amor habia llegado a mi vida,,,en todo lo afortunada que fui,,,en todo lo que disfrute mi adolescencia,,, y en casi todos los acontecimientos romanticos ha estado la Luna siempre presente,,, como complice de nuestros secretos,,, que nos acompaña durante toda la vida,,, como amiga fiel,,, como destinataria de mis confesiones,,, como mensajera que un dia ,,, en otro lugar y en otra epoca,,, hara llegar a destino,,aquello que habia quedado perdido en el
tiempo,, ,el poema de amor,,,que el corazon recibira al fin ,,,como la mayor ofrenda,,,
ISSA


sábado, 13 de julio de 2013

A LA NATURALEZA,, by,,, Friedrich Hölderlin

A LA NATURALEZA,, by,,, Friedrich Hölderlin
En tiempos en que jugaba en los pliegues de tu velo,
Cuando dependía de ti como un capullo
Y sentía palpitar tu corazón en cada sonido
Que bañaba mi corazón tierno y tembloroso,
En tiempos en que, rico como tú en fe y ardor,
Contemplaba tu imagen,
Y cuando el mundo ofrecía todavía un lugar
A mis lágrimas, a mi amor una patria.
En tiempos en que mi corazón aún se volvía hacia el cielo,
Como si pudiera oír esta voz mía,
Cuando los astros eran para mis hermanos,
Y en la primavera sonaba la voz melodiosa de Dios;
Cuando bastaba con que una brisa recorriese los bosques,
Para que mi silenciosa emoción
Se despertara tu espíritu, espíritu de júbilo,
¡oh!, aquello era la edad de oro.

En el valle o en el manantial me ofrecía su frescura,
En el verde de los árboles nuevos
Que se aireaba sobre los peñascos,
Bajo el éter aparecido entre las ramas,
Y yo, volcado entre las flores,
Calladamente me embriagaba con sus perfumes
Y del cielo descendía sobre mí
Una nube de oro aureolada de luz y centelleos;

cuando me dejaba ir lejos por la desierta landa
a la que subía desde el fondo de sombríos desfiladeros
el canto revoltoso de los torrentes,
cuando las nubes me cercaban con sus tinieblas,
cuando la tempestad desencadenaba
entre las montañas sus ráfagas furiosas,
y el cielo me rodeaba con llamas, ah,
entonces te veía, alma de la Naturaleza.

A veces, ebrio de llantos y de amor,
como esos ríos que han vagado mucho
y desean ya perderse en el océano,
¡me hundía en tu plenitud, belleza del mundo!
En comunión con toe la soledad del Tiempo,
cual peregrino que vuelve a la casa paterna,
así volvía yo a los brazos del Infinito.
¡Benditos seáis, sueños de la infancia,
me ocultabais la miseria de la vida!
Vosotros habéis engendrado los gérmenes del bien que hay en mi alma,

me dabais los bienes que ya nunca más conquistaré.
Oh Naturaleza, a la luz de tu hermosura
los frutos regios del amor se desvanecieron,
sin pena y sin violencias,
como las mieses en Arcadia.

Muerto está ya el mundo juvenil
que me ha nutrido y educado.
Aquel corazón no hace mucho pleno de cielo
está muerto y seca como el rastrojo.
¡Ah, la primavera vuelve a decirle a mis penas
su dulce canto consolador,
pero la mañana de mi vida se ha pasado!
la primavera de mi corazón está marchita.

La más ansiada ternura, condenada a un ayuno eterno.
Lo que amamos no es más que una sombra.
Para mí, la Naturaleza tan amiga murió
con los sueños dorados de mi juventud.
¡Pobre corazón, en aquellos dichosos días
nunca te sentiste tan lejos de tu verdadera patria.
Por más que busques, nunca volverás a encontrarla;
consuélate con verla en sueños!
fuente,, by,,, Friedrich Hölderlin

DIOTIMA by HOLDERLIN

DIOTIMA,, by ,,HOLDERLIN
Largamente muerto y replegado en sí mismo,
mi corazón saluda la belleza del mundo,
sus ramas florecen y echan brotes,
abultadas por una savia nueva.
¡Oh, yo volveré a vivir,
así como el feliz esfuerzo de mis flores
atravesando su dura cápsula
se lanza hacia el aire y la luz.

¡Cómo ha cambiado el aspecto de todo!
Lo que odié y temí,
enlaza hoy sus tiernos acordes
a la melodía de mi vida;
y cada vez que la hora suena,
una misteriosa emoción me recuerda
los días doradas de la infancia,
desde que hallé mi único Bien.

¡Diótima, dichoso ser!
Alma sublime por quien mi corazón
repuesto de la angustia de vivir
se promete la juventud eterna de los dioses.
¡Nuestro cielo durará!
Antes ya de verse, nuestras almas,
ligadas por sus insondables honduras,
se había reconocido.

Cuando, envuelto por los sueños de la infancia
apacible como el azul del día,
yo descansaba sobre el suelo entibiado
bajo los árboles de mi jardín,
cuando empezaba la primavera de mi vida
con suaves acordes de gozo y belleza,
el alma de Diótima, como un céfiro
pasaba entre las ramas, sobre mí.

Y cuando, tal una leyenda
la belleza se borró de mi vida,
y me hallé indigente y ciego,
excluido de tanto paraíso,
cuando el peso del día me aplastaba
y mi vida fría y descolorida
deseaba ya, declinante,
el mudo reino de las sombras:

¡entonces, del Ideal volvieron,
como desde el cielo, fuerza y ánimo,
y apareciste radiante en mi noche,
divina imagen!
Dejando el puerto mudo para unirme a ti,
lancé de nuevo mi nave adormecida
al azul del océano.

Ahora he vuelto a encontrarte,
más hermosa que como te había soñado
en las horas solemnes del amor.
¡Noble y buena, allí estás!
¡Oh pobreza de la fantasía,
sólo tú, Naturaleza, puedes crear este modelo único,
en medio de eternas armonías,
feliz en tu perfección!

Como los bienaventurados en sus altos parajes,
donde el júbilo busca refugio
y florece la inalterable belleza
liberada de la existencia.
Como Urania, melodiosa
en medio de caos desencadenado,
ella sigue divina y pura
entre la ruina de los tiempos.

Tras prodigarle todos los homenajes
mi espíritu, confuso, vencido,
trató de conquistar
a la que sobrepasa sus pensamientos
más atrevidos. Ardor solar
y dulzura primaveral, guerra
y paz, luchan en el fondo de mi corazón
frente a esta imagen angélica.

Muchas veces vertí ante ella
oleadas de lágrimas de mi corazón,
y traté, en cada acorde de la vida,
de vibrar al unísono con su dulzura.
A veces, herido en lo profundo,
imploré su piedad,
cuando el cielo que ella posee
se abre claro y santo a mis ojos.

Pero cuando en su silencio, rico infinitamente,
con uno sola mirada, una sola palabra
su alma transmite a la mía
su paz y su plenitud,
cuando veo al dios que me anima
alumbrar una llama en su frente,
y vencido por la admiración
me acuso ante ella de mi nada,

entonces su alma celeste me precipita
en la dulzura de un juego infantil,
y bajo su hechizo mis cadenas
se desanudan gozosamente.
¡Así desaparece mi pobre denuedo
y se borra el último rastro de mis luchas!
Mi naturaleza mortal entra
en la plenitud de una vida de dios.

Y en adelante, mi elemento es
ese donde ninguna fuerza terrestre,
ninguna orden divina nos separa más,
allí donde saboreamos la unión total.
Porque allí, tiempos, cálculos
que nada valen, necesidad, son olvidados:
por fin entonces me siento vivir.

Así como la constelación de las Tindáridas
con majestuoso centelleo
prosigue su trayecto, apacible como nosotros,
en las alturas del cielo nocturno,
también declina, ancha y brillante,
desde la bóveda del cielo
hacia el oleaje donde la llama un dulce reposo.

Y nosotros, oh ardor de nuestras almas,
encontramos en tu una tumba bendita,
nos abismamos en el oleaje
exultante de un júbilo mudo;
luego, cuando al llamado de la hora,
despiertos ya, llenos de un orgullo nuevo,
volvemos, como las estrellas,
a la noche breve de la vida.