lunes, 15 de septiembre de 2008

De un cielo a otro semejante pasan los soñadores by Mahmud Darwish


Dejamos nuestra infancia a la
mariposa cuando dejamos
un poco de aceite en los peldaños,
pero olvidamos saludar a nuestra hierbabuena,
olvidamos saludar furtivamente a nuestro mañana
tras nosotros.
La tinta del mediodía sería blanca si no estuviera
el libro de la mariposa en torno nuestro.

Mariposa, fiel a ti misma, sé como
quieras,
antes y después de mi nostalgia.
Deja que sea tu ala y que mi locura viva
conmigo cálida.
Mariposa, madre de ti misma, no me abandones
a la suerte que me destinan.
No me abandones.

De un cielo a otro semejante, pasan los soñadores,
séquito de la mariposa,
portando espejos de agua.
Nosotros podemos ser como anhelamos.
De un cielo
a otro semejante
pasan los soñadores.

La mariposa teje con la aguja de luz
los atavíos de su comedia.
La mariposa nace de sí misma
y danza en el fuego de su tragedia.

Mitad Fénix. Lo que le ha rozado nos roza.
Una semejanza agazapada entre luz y fuego,
entre dos caminos.
No. Nuestro amor no es descuido ni sabiduría.
Siempre así, así... así.
De un cielo
a otro semejante
pasan los soñadores.

La mariposa es agua que ansía volar.
Se escapa del sudor de las muchachas y crece
en la nube de los recuerdos.
La mariposa no declama el poema,
es tan ligera que rompe las palabras
como rompen los sueños los soñadores.

Que esté.
Que nuestro mañana esté con nosotros
y también nuestro pasado.
Que nuestro hoy esté presente en el banquete de
este día,
preparado para la fiesta de la mariposa.
Y los soñadores pasan sanos y salvos
de un cielo a otro semejante.

De un cielo a otro semejante, pasan los soñadores.

NO DESEO DEL AMOR SINO EL COMIENZO by Mahmud Darwish




No deseo del amor sino el comienzo. Sobre las plazas
de mi Granada las palomas remiendan el vestido de este día.
En las jarras hay vino abundante para la fiesta que nos sucederá,
en las canciones hay ventanas suficientes para que eclosionen las flores de granado.
Dejo el jazmín en su maceta y mi pequeño corazón
en la alacena de mi madre. Dejo mi sueño riendo en el agua
y al alba en la miel de los higos. Dejo mi hoy y mi ayer
en el pasaje hacia la plaza de la naranja donde vuelan las palomas.
¿Soy yo ese que ha descendido a tus pies para que asciendan las palabras
cual luna blanca en la leche de tus noches? Golpea al aire
para que yo vea, azul, la calle de mi flauta. Golpea a la tarde
para que yo vea como entre tú y yo languidece este mármol.
Las ventanas están vacías de los jardines de tu chal. En otro
tiempo sabía mucho de ti y recogía la gardenia
de tus diez dedos. En otro tiempo poseía perlas
en torno a tu cuello y un nombre grabado en un anillo del que surgía la noche.
No deseo del amor sino el comienzo. Las palomas han volado
sobre el techo del último cielo. Han volado y volado.
Quedará después de nosotros abundante vino en las jarras
y un poco de tierra es suficiente para que nos encontremos y la paz arraigue.

LA ULTIMA TARDE EN ESTA TIERRA by Mahmud Darwish


La última tarde en esta tierra cortamos nuestros días
de nuestros arbustos y contamos los corazones que nos llevaremos
y los que dejaremos, allí. La última tarde
no nos despedimos de nada, y no encontramos tiempo para nuestro fin.
Todo permanece en su estado, el lugar renueva nuestros sueños
y a sus visitantes. De pronto no somos capaces de ironizar
porque el lugar está preparado para acoger al vacío. Aquí, la última tarde
gozamos de las montañas rodeadas de nubes. Conquista y reconquista
y un tiempo antiguo que entrega a este tiempo nuevo las llaves de nuestras puertas.
Entrad en nuestras casas, conquistadores, y bebed nuestro vino
de nuestra sencilla moaxaja, porque nosotros somos la noche en su medianoche, y no hay
alba portada por un jinete procedente de la última llamada a la oración.
Nuestro té es verde y caliente, bebedlo. Nuestros pistachos son frescos, comedlos,
y las camas son verdes, de madera de cedro, rendíos al sueño
después de este largo asedio, y dormid sobre el plumón de nuestros sueños.
Las sábanas están preparadas, los perfumes colocados en la puerta y los espejos son numerosos.
Entrad para que nosotros salgamos del todo. Dentro de poco buscaremos lo que
fue nuestra Historia en torno a la vuestra en los países lejanos
y al final nos preguntaremos: ¿Al Andalus estuvo
aquí o allí? ¿Sobre la tierra... o en el poema?

Traduccióm María Luisa Prieto

ESTRELLITAS DE AMOR by ISTHAR

Desde tiempos remotos el ser humano ha buscado la respuesta a mil interrogantes.
Por ejemplo a qué venimos a éste mundo; cuál es nuestro origen; si existe algo después de ésta vida; si el espíritu no muere y un día vuelve para hacer nuevas experiencias; si al término de éste viaje nos encontramos con Dios, o si por el contrario, con la muerte todo termina con el cuerpo físico...
Unas preguntas tienen contestación y otras por ahora no.
Yo en mi humilde forma de ver y sentir, creo que venimos a éste mundo con un propósito y es trabajar en nuestra evolución personal y los logros en ese sentido nos permitirán cultivar la Conciencia y ayudar a otras personas.
Esos seres son nuestros compañeros en éste viaje misterioso, que nos lleva por sendas luminosas y floridas u oscuras y difíciles.
El tránsito por variados caminos nos va dando la experiencia para seguir todos los días conociendo algo más de la fabulosa Vida.
Es indudable que existe un orden y que la Diosa de la Naturaleza, es sabia por eso los hechos suceden de determinada manera y en el tiempo debido.
Todo es ley de Causa y Efecto y aunque muchas veces no entendemos el porqué de lo que nos sucede, existen motivos y causas que generan l+as circunstancias por las cuales recibimos las lecciones que necesitamos para crecer y evolucionar.
De esas pruebas no siempre he salido fortalecida, sino que he aprendido, pero han dejado un sabor amargo y un gran desencanto.
Otras experiencias me han hecho feliz y esperanzada pero sin duda la Vida es un conjunto de vivencias tristes y alegres.
Es un carrusel de colores; una copa de néctar dulce y delicioso que puede volverse amargo, pero siempre nos deja una enseñanza necesaria.
También he caído en la depresión de la cual creí no poder salir, todo se tornó oscuro y desesperante, pasando mucho tiempo sumergida en la melancolía. Luego con el tiempo que atenúa los sufrimientos, salí otra vez a la Vida a comenzar otro ciclo más afortunado y positivo.
Y entonces... una mañana encuentro un ser pequeñito que me esperaba en el jardín, me dijo que era un Duende bondadoso y que venía a ayudarme a superar mis penas y dudas.
Junto a él emprendí un viaje fabuloso que nos llevó a los confines del universo, por rutas floridas en busca de los tesoros más valiosos.
Comenzó a enseñarme un mundo maravilloso, donde vivían Duendes Hadas y Genios muy poderosos que con su inmensa Misericordia, ayudaban a quienes los necesitábamos.
El Duende me regaló su anillo mágico de ópalo negro, con una pequeña tapa de oro y rubíes, que al abrirla, se veía un mundo encantado, morada de esos fabulosos personajes.
Todo parecía irreal, pero no lo era para mi que recién me asomaba de la mano de mi Duende a ese lugar fantástico.
Mis ojos deslumbrados por tanta belleza y mi corazón lleno de ilusión me llevaron a mirar el anillo mágico y de inmediato entramos con alegría al lugar más brillante que pudiera imaginar.
Por un camino dorado llegué a la presencia del más grande de los Genios que nos recibió sentado en su trono de lapislázuli y diamantes.
Su corona era del más puro oro, con un inmenso ópalo azul en la frente.
El Genio me regaló tres tesoros Amor, Compasión y Generosidad. Me dijo que éstos tesoros son infinitos que yo también los regale a quienes los necesitan y que entonces los veré multiplicarse mil veces y que el beneficio más grande será para mí pues aprenderé lo que es el Amor verdadero que siempre es desinteresado.
El Genio bondadoso sacó de mi alma la tristeza y la soledad.
Yo comenzaría por transformar mi corazón, un cambio profundo para poder ayudar regalando los valiosos tesoros de mi espíritu.
Seguimos por sendas encantadas, en busca de suaves melodías de laúdes, cítaras y arpas; de bellas y delicadas flores de loto en el estanque de una princesa; de frágiles alondras en jaulas de oro. De la maravillosa fuente de la vida eterna; de lirios imperiales para la corona de la Reina de las Hadas.
Fuimos de un reino a otro y siempre recibí tesoros fabulosos, regalos espirituales, para adornar el corazón y también para regalarlos como estrellitas de luz...
Estrellitas de amor.
ISTHAR.

protegido por derecho de autor

viernes, 12 de septiembre de 2008

EL AVE FENIX by PAUL ELUARD


EL AVE FÉNIX

Soy el último en tu camino
la última primavera y última nieve
la última lucha para no morir.

Y henos aquí más abajo y más arriba que nunca.

De todo hay en nuestra hoguera
piñas de pino y sarmientos
y flores más fuertes que el agua...

Hay barro y rocío...

La llama bajo nuestro pie la llama nos corona.
A nuestros pies insectos pájaros hombres
van a escaparse

Los que vuelan van a posarse.

El cielo está claro, la tierra en sombra
pero el humo sube al cielo
el cielo ha perdido su fuego.

La llama quedó en la tierra.

La llama es el nimbo del corazón
y todas las ramas de la sangre
Canta nuestro mismo aire..

Disipa la niebla de nuestro invierno
hórrida y nocturna se encendió la pena,
floreció la ceniza en gozo y hermosura
volvemos la espalda al ocaso.

Todo es color de aurora.

NOSOTROS AMAMOS LA VIDA by MAHMUD DARWISH




Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella,

bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un alminar de violetas o una palmera.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Robamos un hilo al gusano de seda para construir nuestro cielo y concluir este éxodo.

Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las calles cual hermosa mañana.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa y recogemos mártires.

Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un relincho en el polvo del camino

y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh, relámpago! Ilumina para nosotros la noche, ilumínala un poco.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

lunes, 8 de septiembre de 2008

TIRANIA by PABLO NERUDA


Oh dama sin corazón, hija del cielo,
auxíliame en esta solitaria hora
con tu directa indiferencia de arma
y tu frío sentido del olvido.

Un tiempo total como un océano,
una herida confusa como un nuevo ser
abarcan la tenaz raíz de mi alma
mordiendo el centro de mi seguridad.

Qué espeso latido se cimbra en mi corazón
como una ola hecha de todas las olas,
y mi desesperada cabeza se levanta
en un esfuerzo de salto y de muerte.

Hay algo enemigo temblando en mi certidumbre,
creciendo en el mismo origen de las lágrimas
como una planta desgarradora y dura
hecha de encadenadas hojas amargas.




NO ME PREGUNTEN by PABLO NERUDA


Tengo el corazón pesado
con tantas cosas que conozco,
es como si llevara piedras
desmesuradas en un saco,
o la lluvia hubiera caído,
sin descansar, en mi memoria.

No me pregunten por aquello.
No sé de lo que están hablando.
No supe yo lo que pasó.

Los otros tampoco sabían
y así anduve de niebla en niebla
pensando que nada pasaba,
buscando frutas en las calles,
pensamientos en las praderas
y el resultado es el siguiente:
que todos tenían razón
y yo dormía mientras tanto.
Por eso agreguen a mi pecho
no sólo piedras sino sombra,
no sólo sombra sino sangre.

Así son las cosa, muchacho,
y así también no son las cosas,
porque, a pesar de todo, vivo,
y mi salud es excelente,
me crecen el alma y las uñas,
ando por las peluquerías,
voy y vengo de las fronteras,
reclamo y marco posiciones,
pero si quieren saber más
se confunden mis derroteros
y si oyen ladrar la tristeza
cerca de mi casa, es mentira:
el tiempo claro es el amor,
el tiempo perdido es el llanto.

Así, pues, de lo que recuerdo
y de lo que no tengo memoria,
de lo que sé y de lo que supe,
de lo que perdí en el camino
entre tantas cosas perdidas,
de los muertos que no me oyeron
y que tal vez quisieron verme,
mejor no me pregunten nada:
toquen aquí, sobre el chaleco,
y verán cómo me palpita
un saco de piedras oscuras.

PORQUE EL AMOR COMBATE by Pablo Neruda


Y PORQUE Amor combate
no sólo en su quemante agricultura,
sino en la boca de hombres y mujeres,
terminaré saliéndole al camino
a los que entre mi pecho y tu fragancia
quieran interponer su planta oscura.
De mí nada más malo
te dirán, amor mio,
de lo que yo te dije.
Yo viví en las praderas
antes de conocerte
y no esperé el amor sino que estuve
acechando y salté sobre la rosa.
Qué más pueden decirte?
No soy bueno ni malo sino un hombre,
y agregarán entonces el peligro
de mi vida, que conoces
y que con tu pasión has compartido.
Y bien, este peligro
es peligro de amor, de amor completo
hacia toda la vida,
hacia todas las vidas,
y si este amor nos trae
la muerte o las prisiones,
yo estoy seguro que tus grandes ojos,
como cuando los beso
se cerrarán entonces con orgullo,
en doble orgullo, amor,
con tu orgullo y el mío.
Pero hacia mis orejas vendrán antes
a socavar la torre
del amor dulce y duro que nos liga,
y me dirán: -"Aquella
que tú amas,
no es mujer para ti,
por qué la quieres? Creo
que podrías hallar una más bella,
más seria, más profunda,
más otra, tú me entiendes, mírala qué ligera,
y qué cabeza tiene,
y mírala cómo se viste
y etcétera y etcétera."
Y yo en estas líneas digo:
así te quiero, amor,
amor, así te amo,
así corno te vistes
y como se levanta
tu cabellera y como
tu boca se sonríe,
ligera como el agua
del manantial sobre las piedras puras,
así te quiero, amada.
Al pan yo no le pido que me enseñe
sino que no me falte
durante cada día de la vida.
Yo no sé nada de la luz, de dónde
viene ni dónde va,
yo sólo quiero que la luz alumbre,
yo no pido a la noche
explicaciones,
yo la espero y me envuelve,
y así tú, pan y luz
y sombra eres.
Has venido a mi vida
con lo que tú traías,
hecha
de luz y pan y sombra te esperaba,
y así te necesito,
así te amo,
y a cuantos quieran escuchar mañana
lo que no les diré, que aquí lo lean,
y retrocedan hoy porque es temprano
para estos argumentos.
Mañana sólo les daremos
una hoja del árbol de nuestro amor, una hoja
que caerá sobre la tierra
como si la hubieran hecho nuestros labios,
como un beso que cae
desde nuestras alturas invencibles
para mostrar el fuego y la ternura

MI MUCHACHA SALVAJE by Pablo Neruda




MI MUCHACHA salvaje, hemos tenido
que recobrar el tiempo
y marchar hacia atrás, en la distancia
de nuestras vidas, beso a beso,
recogiendo de un sitio lo que dimos
sin alegría, descubriendo en otro
el camino secreto
que iba acercando tus pies a los míos,
y así bajo mi boca
vuelves a ver la planta insatisfecha
de tu vida alargando sus raíces
hacia mi corazón que te esperaba.
Y una a una las noches
entre nuestras ciudades separadas
se agregan a la noche que nos une.
La luz de cada día,
su llama o su reposo
nos entregan, sacándolos del tiempo,
y así se desentierra
en la sombra o la luz nuestro tesoro,
y así besan la vida nuestros besos:
todo el amor en nuestro amor se encierra:
toda la sed termina en nuestro abrazo.
Aquí estamos al fin frente a frente,
nos hemos encontrado,
no hemos perdido nada.
Nos hemos recorrido labio a labio,
hemos cambiado mil veces
entre nosotros la muerte y la vida,
todo lo que traíamos
como muertas medallas
lo echamos al fondo del mar,
todo lo que aprendimos
no nos sirvió de nada:
comenzamos de nuevo,
terminamos de nuevo
muerte y vida.
Y aquí sobrevivimos,
puros, con la pureza que nosotros creamos,
más anchos que la tierra que no pudo extraviarnos,
eternos como el fuego que arderá
cuanto dure la vida.

domingo, 7 de septiembre de 2008

RIMA V by Gustavo Adolfo Becquer

>

Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.

Yo nado en el vacío
del sol tiemblo en la hoguera
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.

Yo soy el fleco de oro
de la lejana estrella,
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.

Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea;
yo soy del astro errante
la luminosa estela.

Yo soy nieve en las cumbre,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en las riberas.

En el laúd soy nota,
perfume en la violeta,
fugas llama en las tumbas
y en las ruinas hiedra.

Yo atrueno en el torrente,
y silbo en la centella
y ciego en el relámpago
y rujo en la tormenta.

Yo río en los alcores
susurro en la alta hierba,
suspiro en la onda pura
y lloro en la hoja seca.

Yo ondulo con los átomos
del el humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.

Yo en los dorados hilos
que los insectos cuelgan
me mezclo entre los árboles
en la ardorosa siesta.

Yo corro tras las ninfas
que en la corriente fresca
del cristalino arrollo
desnudas juguetean.

Yo en bosque de corales,
que alfombran blancas perlas,
persigo en el océano
las náyades ligeras.

Yo, en las cavernas cóncavas,
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los nomos
contemplo sus riquezas.

Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.

Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.

Yo sé de esas region
esa do rumor no llega,
y donde los informes astros
de vida y soplo esperan.

Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa;
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra.

Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.

Yo, en fin, soy el espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso
de que es vaso el poeta.

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MI MUSA TRISTE by DELMIRA AGUSTINI


Vagos preludios. En la noche espléndida
Su voz de perlas una fuente calla,
Cuelgan las brisas sus celestes pifanos
En el follaje. Las cabezas pardas
De los búhos acechan.
Las flores se abren más, como asombradas.
Los cisnes de marfil tienden los cuellos
En las lagunas pálidas.
Selene mira del azul. Las frondas
Tiemblan... y todo! hasta el silencio, calla...

Es que ella pasa con su boca triste
Y el gran misterio de sus ojos de ámbar,
A través de la noche, hacia el olvido,
Como una estrella fugitiva y blanca.
Como una destronada reina exótica
De bellos gestos y palabras raras.

Horizontes violados sus ojeras
Dentro sus ojos–dos estrellas de ámbar–
Se abren cansados y húmedos y tristes
Como llagas de luz que quejaran.

Es un dolor que vive y que no espera,
Es una aurora gris que se levanta
Del gran lecho de sombras de la noche,
Cansada ya, sin esplendor, sin ansias
Y sus canciones son como hadas tristes
Alhajadas de lágrimas...

Las cuerdas de las liras
son fibras de las almas.–


Sangre de amargas viñas, nobles viñas,
En vasos regios de belleza, escancia
A manos de marfil, labios tallados
Como blasones de una estirpe magna.

Príncipes raros del Ensueño! Ellos
Han visto erguida su cabeza lánguida
Y la han visto reír, porque a sus ojos
Vibra y se expande en flor de aristocracias!

Y su alma limpia como el fuego alumbra
Como una estrella en sus pupilas de ámbar
Mas basta una mirada, un roce a penas,
El eco acaso de una voz profana,
Y el alma blanca y limpia concentra
Como una flor de luz que se cerrara!
>



El olímpico cisne de nieve
con el ágata rosa del pico
lustra el ala eucarística y breve
que abre al sol como un casto abanico.
De la forma de un brazo de lira
y del asa de un ánfora griega
es su cándido cuello, que inspira
como prora ideal que navega.
Es el cisne, de estirpe sagrada,
cuyo beso, por campos de seda,
ascendió hasta la cima rosada
de las dulces colinas de Leda.
Blanco rey de la fuente Castalia,
su victoria ilumina el Danubio;
Vinci fue su varón en Italia;
Lohengrín es su príncipe rubio.
Su blancura es hermana del lino,
del botón de los blancos rosales
y del albo toisón diamantino
de los tiernos corderos pascuales.
Rimador de ideal florilegio,
es de armiño su lírico manto,
y es el mágico pájaro regio
que al morir rima el alma en un canto.
El alado aristócrata muestra
lises albos en campo de azur,
y ha sentido en sus plumas la diestra
de la amable y gentil Pompadour.
Boga y boga en el lago sonoro
donde el sueño de los tristes espera,
donde aguarda una góndola de oro
a la novia de Luis de Baviera.
Dad, condesa, a los cisnes cariño;
dioses son de un país halagueño
y hechos son de perfume, de armiño,
de luz alba, de seda y de sueño.

Rubén Darío



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NUEVA PRIMAVERA by HEINRICH HEINE

>
NUEVA PRIMAVERA

En su amor la mariposa
Vuela de la fresca rosa
Sobre el cáliz perfumado;
Un rayo del sol ardiente
La baña amorosamente
Con su resplandor dorado.
Pero ¿a quién ama la rosa?
¿Quién el amor de la hermosa,
Quisiera saber, merece?
¿Es el ruiseñor que canta?
¿O el astro que se levanta
Cuando la tarde decrece?
No sé a quién la rosa adora:
Pero mi pecho atesora
Para todos tierno amor;
Para todos, rosa bella,
Rayo de sol, clara estrella,
Mariposa y ruiseñor.

Versión de Guillermo Matta


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DIOSES GRIEGOS by Heinrich Heine

>

Bajo la luz serena de la luna
Como el oro en fusión el mar rïela,
Resplandor que el fulgor del claro día
Con la molicie de la noche mezcla,
La vasta playa misterioso alumbra,
Y en el azul del cielo sin estrellas
Vagan las blancas nubes como estatuas
De dioses colosales y siniestras,
Talladas por la mano del acaso
En las entrañas de brillante piedra.
No son, no son las nubes, son los dioses,
Los dioses mismos de la antigua Grecia,
Que el mundo alegremente gobernaron
En pasadas edades con su diestra,
Y hoy, después de su ruina y su caída,
Cuando la noche silenciosa media,
Cruzan dolientes por el ancho cielo
Espectros tristes, sombras gigantescas.
Fascinada y atónita mi vista,
Este flotante Pantheón contempla;
Colosales figuras que se mueven
Y cruzan tristes la extensión serena
Con un solemne y sepulcral silencio.
-Mirad a Kronion, rey de las esferas;
Su nieve los inviernos en los bucles
Vertieron, de su oscura cabellera,
Sobre aquellos cabellos que al moverse
Al Olimpo temblar un día hicieran;
Aun con furor el extinguido rayo
Trémula empuña su cansada diestra,
Y su rostro, que hollara el sufrimiento,
No perdió en la desgracia su fiereza.
¡Oh altivo Zeus! tiempos más dichosos
Aquellos tiempos que pasaron eran,
Cuando saciabas tu apetito ardiente
De hecatombes y ninfas hechiceras;
Mas de los mismos dioses el reinado
Término al fin en el espacio encuentra.
Los jóvenes empujan a los viejos
Cual tú un día empujaste en vil pelea
A tu padre y tus tíos los Titanes,
Júpiter parricida con fiereza.
También te reconozco, altiva Juno;
A pesar de tus celos y tus quejas,
Otra ha tornado el cetro de los cielos;
No eres la reina incontrastable y bella,
Y tus brazos de lirio ya impotentes
Miro, é inmóvil tu ojo de gacela;
Y ya a la hermosa que de Dios el hijo,
Fruto divino, en sus entrañas lleva,
Tu venganza cual rayo de los cielos,
Diosa vencida, a destrozar no llega.
Y a tí también, también te reconozco:
¿Con tu saber y tu égida y tu fuerza
La caída evitar no has conseguido
Del viejo Olympo, Palas Athenea?
Y también llegas tú, tierna Afrodita;
Tus cabellos cual oro en tu cabeza
Brillaban otras veces, ahora luce
Como plata tu hermosa cabellera.
Hermosa estás, el cinturón famoso
De las Gracias te ciñe y te sujeta,
Y sin embargo, miedo incomprensible,
Raro temor me causa tu belleza;
Y si cual héroes de lejanos días
Tu hermoso cuerpo poseer debiera,
Por loca angustia el corazón opreso
Yo moriría de quebranto y pena.
Eres tan sólo, Venus Libitina,
Ya de la muerte la deidad siniestra.
Tampoco Arés con su mirada amante
A su querida lívida contempla;
Febo Apolo, el hermoso adolescente,
Inclina tristemente la cabeza,
Y la lira sonante que alegrara
Del Olimpo feliz la noble mesa,
Y vibró en el banquete de los dioses,
Destemplada sostiene con su diestra.
Más sombrío Hefaistos me parece,
Y el adusto Vulcano con fiereza
A la celeste reunión no sirve,
A Hebe sustituyendo, el dulce néctar.
La risa inextinguible de los dioses
Después d tanto tiempo ya no suena.
Yo jamás os amé, ¡viejas deidades!
¡Divinidades clásicas y fieras!
Mas piedad santa y compasión, ardiente
De mi pecho sensible se apodera
Cuando errantes os miro por la altura,
¡Dioses abandonados! ¡sombras muertas!
¡Nebulosas imágenes que el viento
Hace huir aterradas y dispersas!
Y al, pensar cuán cobardes y cuán falsas
Los dioses son que un día os vencieran,
Esos sombríos y modernos dioses
Que hoy los cielos dirigen y gobiernan,
Zorros de sangre ansiosos, que se cubren
Con la piel del cordero, ardiente llena
La ira mi pecho, y deshacer sus templos
Y por vosotros combatir quisiera.
Por vosotros, deidades sonrïentes,
Y vuestro buen derecho, que la Grecia
Con su ambrosía perfumó y sumiso,
En vuestro nuevo altar lleno de ofrendas
Adorar y cantar y alzar al cielo
Los brazos suplicantes yo quisiera.
Verdad es que otras veces, viejos dioses,
De los humanos en las luchas fieras
Del vencedor tomabais el partido,
Venales cortesanos de la fuerza.
Pero es el alma del mortal más noble,
Más entusiasta y generosa y tierna,
Y yo sigo, en las luchas de los dioses,
De los dioses vencidos la bandera.-Hablaba
así, y en el sereno cielo
Las visiones fantásticas de niebla,
Sensibles a mi voz, enrojecían,
Mirábanme con silenciosa pena,
Y cual por el dolor transfiguradas
Fundiéronse de pronto en las tinieblas.
Ya se había escondido silenciosa
La luna tras las nubes cenicientas,
Alzaba el ancho mar su voz sonora,
Y del espacio en la extensión inmensa
Salían victoriosas, derramando
Sus eternos fulgores, las estrellas.


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INTERMEZZO by HEINRICH HEINE

>


L’INTERMEZZO

Preludio

Es en el antiguo bosque,
Es en la selva encantada;
Se respira, el grato aroma
Que la flor del tilo exhala,
Y fulgor maravilloso
De la luna solitaria,
Mi corazón va llenando
De delicias olvidadas.
Andando voy, y a mi paso
El aire rompe su calma:
Es el ruiseñor que amores
Y penas de amores canta.
Canta el amor y sus penas,
Sus delicias y sus lágrimas;
Y llora tan tristemente,
Gíme con dulzura tanta,
Que mil sueños olvidados,
En mí mente se levantan.
Sigo andando, y en un claro
De la selva abandonada,
Ante mí miro un castillo
Que alza sus viejas murallas.
Cerradas miré las rejas,
Todo era tristeza y calma;
Creí que tras de los muros

Sólo la muerte habitaba.
Vi una esfinge misteriosa
Ante la puerta parada,
Cuyo aspecto a un tiempo mismo
Atraía y espantaba:
De león era su cuerpo,
De león eran sus garras,
Y de mujer su cabeza,
Sus flancos y sus espaldas.
¡Una hermosa prometía
Deleites con su mirada;
De sus labios arqueados,
En la sonrisa, vagaban
Promesas halagadoras,
Misteriosas esperanzas.
¡El ruiseñor en el bosque
Tan dulcemente cantaba!
Resistir no me fue dado,
Y desde que en hora infausta
Sellé con un beso ardiente
Aquella boca de lava,
Por un encanto invisible
Miré sujeta mi alma.
Viva tornose de pronto
Aquella marmórea estatua:
Suspiros, tiernos suspiros
De su pecho se escapaban,
Y con sed devoradora,
Anhelante, apresurada,
Bebió de mi ardiente beso

La devastadora llama.
Vi que hasta el último soplo,
De mi vida ella aspiraba,
Y que jadeante de goces,
Entre sus robustas garras
Mi pobre cuerpo cansado
Oprimía y desgarraba.
¡Goce y placer infinitos!
¡Dulce angustia! ¡Dicha amarga!
Mientras que de aquella boca
Los besos me embriagaban,
Sus duras unas mi cuerpo
Sembraban de rojas llagas.
-«¡Oh bella esfinge! ¡oh amor!
-El ruiseñor lejos canta.
-¿Por qué, dí tantos dolores
A nuestras dichas enlazas?»
Revélame el triste enigma,
¡Amor! ¡esfinge adorada!
Que hace muchos, muchos siglos
Que en ellos piensa mi alma!»-

I
En mayo, cuando los gérmenes
Revientan de vida llenos,
Cuando brotan las semillas,
Brotó el amar en mi pecho.
En mayo, cuando las aves
Entonan sus cantos bellos,
Confesé a mi dulce amada
Mi pasión y mis deseos.

II
Mis lágrimas se truecan
En perfumadas flores,
Se tornan mis suspiros
Canoros ruiseñores;
Las flores, si me quieres,
Te entregarán su cáliz perfumado,
Y dejará escuchar ante tus rejas,
El ruiseñor su canto enamorado.

III
Aves y luces y flores
Otras veces amé yo;
Tú eres hoy mi amor tan solo,
Niña de mi dulce amor;
Tú, que eres a un mismo tiempo
Para mi ardiente pasión
La estrella, y el blanco lirio,
Y la paloma, y la flor.

IV
Olvido mis sinsabores
Cuando contemplo tus ojos,
Y embriagado de amores,
Al besar tus labios rojos
Cesan todos mis dolores.
Si en tu seno me reclino,
Me embarga goce divino;
Mas ¡ay! si dices «te amo,»
La frente en silencio inclino
Y amargo llanto derramo.

V
Ven y apoya tu semblante
Sobre mi semblante yerto,
Para que en una se fundan
Las lágrimas que vertemos.
Tu corazón contra el mío
Aprieta en abrazo estrecho,
Para que abrasarlos pueda
La llama de un solo fuego.
Y cuando de nuestro llanto
Corra el torrente deshecho
Sobre la llama que ardiente
Va nuestro ser consumiendo;
Y cuando ciña mi brazo
Tu talle leve y esbelto,
En un trasporte de dicha
Espiraré satisfecho.

VI
Quisiera que mi alma amante
Guardara de un blanco lirio
La corola perfumada,
Y que la flor anhelante
Entonara en su delirio
Una canción a mi amada.
Temblar la canción debía
Y en círculos palpitantes
Agitarse misteriosa
Como el bezo de ambrosía
Que en horas ¡ay! ya distantes
Me dio su boca de rosa.

VII
Siglo tras siglo, en la altura
Inmóviles las estrellas,
Al llegar la noche oscura
Se miran tristes y bellas
Con amorosa dulzura.
Su lenguaje luminoso
Por el espacio se extiende,
En el nocturno reposo,
Mas ningún sabio comprende
Su lenguaje misterioso.
Yo entiendo su voz callada
Y siempre la entenderé,
Que en el rostro de mi amada
Y en la luz de su mirada
Mi diccionario encontré.

VIII
Yo te llevaré, bien mío,
Sobre el ala de mis cantos,
Te llevaré hasta las frescas
Márgenes del Ganges sacro;
Que allí conozco un retiro
Misterioso y solitario.
Un jardín allí florece,
Un jardín abandonado,
De la luna misteriosa
Bajo los serenos rayos;
Y en él, las flores del loto
Su hermana están esperando
Ríen allí los jacintos
Y contemplan a los astros,
Y al oído se refieren
Las blancas rosas, en tanto,
Murmuraciones gozosas
Y sucesos perfumados.
Las inocentes gacelas,
Por escuchar sus relatos,
Se van con ligera planta
Hasta el jardín acercando,
Y en los azules confines
Del horizonte lejano
Solemnes ruedan las aguas
Del turbio río sagrado.
Allí, bajo las palmeras,
Detendremos nuestros pasos,
Y su sombra misteriosa
Llevará hasta nuestros párpados
Sueños de calma inefable
Y de celestial encanto.

IX
Soportar no puede el loto
Del sol los claros fulgores,
Y con la frente inclinada
Soñando espera la noche.
La luna, que es su adorada
Lo despierta con sus rayos,
Y él descubre ante sus besos
Su semblante perfumado.
Y la mira y se enrojece,
Y se eleva ante la brisa,
Y llora y gime de amores
Agonizante de dicha.

X
Por las ondas retratada
Del Rhin, que la ciñe amante,
Se alza la torre elevada,
De la catedral gigante
De Colonia la sagrada.
Dentro del templo sagrado
Y sobre cuero dorado
Hay pintada una figura:
Ella mi existencia oscura
De fulgores ha llenado.
Entre ángeles y entre flores
Sonríen sus labios rojos,
Y sus ojos seductores
Son iguales a los ojos
Del ángel de mis amores.

XI
No me quieres, no me quieres,
Y no lloro tu desdén;
Mientras yo vea tus ojos
Más feliz que un rey seré.
Que me aborreces me dicen
Tus rojos labios, ¡mi bien!
Déjame besar tus labios
Y así me consolaré.

XII
¡Oh! no jures y abrázame tan sólo;
No creo en juramentos de mujeres.
Dulce es tu voz, ¡mi bien! pero es más dulce
El beso que arrebato a tus desdenes.
Yo te poseo, y juzgo las promesas
Soplo vano que el viento desvanece.
Yo creo en tus palabras de consuelo;
¡Oh! jura, amada mía, jura siempre;
Yo me juzgo dichoso al reclinarme
Sobre tu seno de animada nieve;
Yo creo, luz de la existencia mía,
Que me amará tu pecho eternamente,
Y todavía aun más, si el pensamiento,
Algo más que lo eterno soñar puede.

XIII
Sobre los ojos de mi bien amada,
¡Cuántos hermosos cantos he escrito!
¡Cuánto terceto dulce
Hice a la boca de mi bien querido!
¡Y qué canción tan tierna y tan hermosa,
Qué espléndido soneto
A su infiel corazón escrito hubiera,
Si un corazón guardara allá en su pecho
Si un corazón allá en su pecho tuviera
Si ella en su pecho guardara mi corazón.

XIV
Cada día es el mundo más absurdo.
¡Es estúpido el mundo! ¡el mundo es necio!
De ti dice, pequeña hermosa mía,
Que es irascible y desigual tu genio.
Peor a cada instante te conoce;
¡Es estúpido el mundo! ¡el mundo es necio!
No sabe cómo enervan tus abrazos
Y cómo abrasan tus ardientes besos.

XV
Preciso es que tú hoy al fin me lo confieses.
¿Eres acaso tú vano delirio,
Sueño que del cerebro del poeta
Nace en las tardes del ardiente estío?
Pero no, que una boca tan riente,
Que miradas tan dulces y tan tiernas,
Que un sér tan cariñoso, un ser tan bello,
Jamás pudo crearlos el poeta.
Basílicas, dragones y vampiros,
Endriagos y animales fabulosos,
Del poeta la ardiente fantasía
Deshacer y crear puede a su antojo.
Pero tú y tu malicia encantadora,
Y tu cara riente y hechicera,
Y tus dulces y pérfidas miradas
Jamás pudo crearlas el poeta.

XVI
En todo el esplendor de su hermosura
Como Venus saliendo de las ondas,
Brilla hoy mi amada en toda su belleza,
Celébranse hoy sus bodas.
¡Paciente corazón! ¡corazón mío!...
No le guardes rencor por sus traiciones;
¡Sufre y perdona a tu adorada loca,
Tus horribles dolores!

XVII
Rencor yo no te guardo,
Aunque mi pecho herido se desgarra.
¡Mi dulce amor perdido para siempre!
El tocado nupcial hoy te engalana,
Pero ni un solo rayo de tus joyas
Ilumina la noche de tu alma.
Lo sé hace mucho tiempo;
Yo te he visto flotar en mis delirios;
El fondo vi de tu alma, vi los áspides.
Que allí serpean con ardor sombrío,
Y cómo tú en el fondo desdichada
Eres también, amada mía, he visto.

XVIII
Si tú eres desdichada, y te perdono,
¡Ambos debemos ser desventurados!
¡Hasta que al fin la muerte nos sorprenda.
Debemos ser desventurados ambos!
Veo la mofa, que voltea alegre
En torno de tus labios;
Veo el brillo insolente de tus ojos;
Veo el orgullo hinchando
Tu seno, y «miserable, miserable
Eres cual yo» me digo sin embargo.
Tus labios mueve sufrimiento oculto:
Duerme una amarga lágrima en tus párpados
Y en quejas tristes de secreta pena
Está tu seno altivo rebosando:
¡Amada de mi vida,
Los dos debemos ser desventurados!

XIX
¿Acaso ya has olvidado
Que fue mío en otro tiempo
Tu pequeño corazón?
Tan bello y falso, que nada
Ni más falso ni más bello
Nunca en el mundo existió.
¿Acaso ya has olvidado
Cuando a la par mi existencia
Minaban pena y amor?
No sé decir si más grande
Era el amor o la pena;
Sé que eran grandes los dos.

XX
Si supieran las flores
Cuán triste y lacerado
Está mi corazón, derramarían
De sus perfumes, en mi herida, el bálsamo.
Si supieran las aves
Cuán triste y cuán enfermo
Estoy, alegres cantos
Dieran, por distraer mi pena, al viento.
Si las estrellas de oro
Conocieran mi pena,
El cielo dejarían y a prestarme
Consuelos de fulgores descendieran.
Pero ¡ay! que nadie puede
Conocer mi quebranto;
Ella sólo lo sabe,
Ella, que el corazón me ha destrozado.

XXI
¿Por qué, dí, me dijiste, están las rosas
Tan pálidas? ¿Por qué?
¿Por qué en el verde césped las violetas
Tan marchitas se ven?
¿Por qué en el aire canta
Con voz tan melancólica la alondra?
¿Por qué los bosquecillos de jazmines
Dan a las brisas funerario aroma?
¿Por qué con luz tan triste y tan helada
El sol el prado alumbra?
¿Por qué la tierra toda
Sombría y gris está como una tumba?
¿Por qué estoy yo tan triste y tan enfermo?
Amada de mi vida, dímelo.
Oh, díme, sí, ¿por qué me abandonaste,
Amada de mi ardiente corazón?

XXII
¡Cuánto aumentaron mi pesada cuenta
Con sus quejas, mi amor!
Mas lo que abruma en realidad mi alma
No te lo han dicho, no.
Ante tí la cabeza sacudieron
Con aire grave y docto,
Y me llamaron «diablo» en tu presencia
Y lo creíste todo.
Y con todo, ¡mi bien! lo más amargo,
Eso no te lo han dicho;
Lo peor, lo más necio, lo más triste,
Está en mi corazón bien escondido.

XXIII
Los tilos florecían
Cantaba el ruiseñor;
Reía en el espacio
Alegre el claro sol;
Tu brazo contemplaba
Ceñido en torno mío,
Y alegre me estrechaste contra el pecho,
Por el amor y la ventura henchido.
Caían ya las hojas;
Crecían los arroyos;
El sol nos contemplaba
Con apagados ojos,
Helados nuestros labios
Un frío «adiós» dijeron,
Y tú me hiciste con gentil finura
El más ceremonioso cumplimiento.

XXIV
Mucho, mí bien, nos hemos adorado,
Y con todo, jamás nos ofendimos.
Siendo niños, hermosa, cuántas veces
A la mujer jugamos y al marido,
Y nunca. sin embargo, en nuestros juegos
Quedamos disgustados ni aburridos.
Más tarde, en los azares de la vida
Hemos gozado juntos y reído,
Y tiernos besos como en otros días
Sellaron a la par nuestro cariño.
Por último, el recuerdo despertando
De la niñez dichosa, que perdimos
Jugando al escondite, las praderas
Y la selva y el bosque hemos corrido,
Y escondernos supimos de tal modo
Que nunca hemos de hallarnos, dueño mío.

XXV
Fuiste fiel a mi amor; por mucho tiempo
Interés inspiráronte mis penas,
Y amante, consolaste y asististe
Mi dolor y mi angustia y mis miserias.
Tú me diste manjares y bebidas;
Tú llenaste mi bolsa de dinero,
Y ropa y pasaporte para el viaje
Me preparaste con celoso anhelo.
¡Amor mío! que Dios por muchos años
Te preserve del frío y del calor,
«Y que nunca del bien que tú me has hecho
Te recompense Dios.»

XXVI
Mientras yo mi regreso retardaba
En tierra extraña delirando loco,
Parecióle a mi bien larga la espera,
Mandóse preparar nupcial adorno,
Y el arco amante de sus lindos brazos
Al más necio tendió de los esposos.
¡Es mi amada tan dulce y tan hermosa!
Aun su imagen fulgura ante mis ojos;
De los suyos, las frescas violetas,
Las rosas inmarchitas de su rostro,
Y el lirio de su frente inmaculada
Florecientes se ven el año todo.
Creer que pude alejarme yo del lado
De ser tan celestial y tan hermoso;
Creer que alejarme pude, fue el más grande
Y necio error de mis errores todos.

XXVII
Angel de mis amores, cuando duermas,
En la fosa sombría,
Yo bajaré a tu lado, y en tu tumba
Me clavaré en silencio de rodillas.
Con fuerte abrazo te sujeto, loco;
Tú estás muda y helada;
Gemidos palpitantes y suspiros
En confuso rumor mí pecho exhala.
Es media noche: en grupos pavorosos,
Los muertos van danzando;
Sólo en el fondo de la tumba helada
Nosotros quedaremos abrazados.
Y cuando llame la eternal trompeta
Los muertos al tormento o a la dicha,
Nosotros en la tumba quedaremos
Para siempre abrazados vida mía.

XXVIII
Un pino se alza en la cumbre
De un monte del Norte helado.
Sueña; la nieve y el hielo
Lo envuelven con su sudario.
Sueña con una palmera
Que en el Oriente lejano,
Se alza solitaria y triste
Sobre un peñón abrasado.

XXIX
-¡Ay! si yo fuese -la cabeza dice-El
escabel tan sólo de tus plantas,
Me hollarían tus pies, y de mis labios
Ni una queja tan sólo se escapara.
-¡Ah! -dice el corazón- si el acerico
Fuese yo donde clava sus agujas,
Sangre me arrancarían sus punzadas,
Y tal dolor juzgara yo ventura.
-¡Ah! si el roto papel -la canción dice-Fuera
yo con el cual sus trenzas riza,
¡Cuán quedo, en sus oídos murmurara
Cuanto vive en mi sér y en mí respira!

XXX
De mi labio huyó la risa.
A la par que ella de mí;
A mi lado llueven chistes,
Pero no puedo reír.
Tampoco el llanto a mi pecho
Consuelo le presta ya;
Mi corazón se desgarra,
Pero no puedo llorar.

XXXI
De mis penas voy formando
Mil canciones, que agitando
Su bello plumaje de oro,
Al corazón van volando
De la que sufriendo adoro.
Y después que allí han llegado,
Tristes vuelven a mi lado
Y se aumenta mi aflicción,
Y no dicen qué han hallado
Dentro de su corazón.

XXXII
Olvidar jamás yo puedo
Mi amor, mi dulce adorada,
Que fueron en otros días
Míos tu cuerpo y tu alma.
Yo aun quisiera de tu cuerpo
La esbeltez encantadora
Poseer; pero tu alma,
Tu alma, niña, es otra cosa;
Que la entierren si les place...
¡Me basta la mía sola!
Mi alma, ¡amor de mis amores!
Que yo en dos partir deseo,
Infiltrar media en tus venas,
Y unirme a ti en lazo eterno,
Para formar para siempre
Un todo de alma y de cuerpo.

XXXIII
Gentes endomingadas se pasean,
Por bosques y por prados,
Con gritos de alegría y con cabriolas
La natura esplendente saludando.
Miran con dulces ojos la romántica
Flora que nace, los verdores nuevos;
Van del gorrión la lenta melodía
En sus largas orejas absorbiendo
Yo en tanto, triste, en mi ventana corro
Cortinaje sombrío;
Me vale en pleno día una visita
De mis espectros ¡ay! siempre queridos.
Mi muerte amor también al cabo llega;
Viene del reino en que la sombra vaga,
A mi lado se sienta, y en silencio
Mi pecho traspasando van sus lágrimas.

XXXIV
Imágenes venturosas
De los tiempos de mi dicha
Salen de la tumba, y veo
Cuál fue, junto a ti, mi vida.
Soñando yo por las calles
Vagaba durante el día;
Con lástima y con espanto
Los vecinos me veían.
¡Tan demacrado y tan triste
Mi semblante aparecía!
Era mejor por la noche,
Desiertas las calles frías,
Errábamos yo y mi sombra
En callada compañía.
Con paso sonante el puente
Midiendo mis plantas iban;
Traspasando con sus rayos
Las nevadas nebecillas,
La luna me saludaba
Con seria melancolía.
Ante tu ventana inmóviles
Mis plantas se detenían,
Y tu ventana mirando,
Sangre el corazón vertía.
Yo sé bien que muchas noches
Desde tu ventana, niña,
Me has mirado, y que has podido
Ver, a la luz indecisa
De la alta luna, mi sombra
Como una columna flia.

XXXV
Un joven ama a una niña
Que de otro ansía el amor,
Pero éste se une con otra
En quien cifra su ilusión.
Con cualquiera se une entonces
La olvidada, en su rencor,
Y la pena hiere el pecho
Del que primero la amó.
Vieja historia que renace
Del mundo entre el ronco hervor,
Y que a aquel a quien sucede
Le destroza el corazón.

XXXVI
Cuando llega hasta mi oído
La canción ¿ay que mi amor
Cantaba en tiempo que ha huido,
Paréceme que rendido
Voy a morir de dolor.
Una aspiración oscura,
Del bosque triste a la altura
Con fuerza extraña me guía,
Y allí, en llanto de amargura
Se trueca la pena mía.

XXXVII
Soñé: era una princesa de mejillas
Frescas, húmedas, pálidas.
Bajo los verdes tilos reclinados,
Nuestros amantes brazos se enlazaban.
-El trono de tu padre no deseo,
Ni su cetro de oro ,
Ni ansío su corona de diamantes:
Yo quiero, flor de amor, tu amor tan sólo.
-«No es posible, -me dijo;- de la tumba
Yo habito el fondo helado.
Sólo de noche a ti venir yo puedo,
Y vengo porque te amo.»

XXXVIII
¡Eterno amor de mi vida!
Era una noche serena;
Sentados juntos estábamos
En una nave ligera,
Y cruzábamos en calma
Por mar tranquila é inmensa.
Las islas de los espíritus
Dibujaban sus riberas
Bajo la luz de la luna,
Que el éter cruzaba lenta;
Llegaban de allí las brisas
De dulces acordes llenas,
Y allí nebulosas danzas
Cruzaban el cielo aéreas.
Los misteriosos sonidos
Cada vez más dulces eran;
A cada instante la danza
Cruzaba más placentera,
Y ¡ay! sin embargo, nosotros,
Devorados por la pena,
Sin esperanza bogábamos
Por aquella mar inmensa.

XXXIX
Te amé, y te amo todavía,
Y si el mundo sucumbiera,
Entre su ruina ardería
Y hasta el cielo subiría
De mi amor la eterna hoguera.

XL
De la aurora a los fulgores
Cruzaba el jardín hermoso,
Cuchicheaban las flores;
Yo pensando en mis dolores
Caminaba silencioso.
Las flores, que murmuraban,
Con compasión me miraban:
-«No aborrezcas anhelante
A nuestra hermana, -gritaban,-Sombrío
y pálido amante.»

XLI
Mi pasión desesperada
Brilla en su lujo sombrío
Como una historia arrancada
Al Oriente, y relatada
En una noche de estío
Por un jardín caminaban
Dos amantes: no sonaban
Ni un rumor ni voz alguna;
Los ruiseñores cantaban;
Brillaba la casta luna.
Ella se paró gozosa;
A sus pies el caballero
Hundió la frente orgullosa;
Mas... vino el gigante fiero
Y huyó temblando la hermosa.
El doncel ensangrentado
Al cabo rueda sin brío;
El gigante se ha ocultado;
Enterrad mi cuerpo frío,
Y está el cuento terminado.

XLII
¡Cuánto me han hecho sufrir,
Y llorar y padecer,
Las unas con su cariño,
Las otras con su desdén!
Sobre mi pan y mi copa
Derramaron el dolor,
Las unas con su del precio,
Las otras con su pasión.
Mas la que con más tormentos
Logró mi vida amargar,
Ni despreció mis amores,
Ni amor me tuvo jamás.

XLIII
Tu rostro, dueño adorado,
Besa el estío brillante
Con su fulgor sonrosado,
Y en tu pecho, palpitante
Está el invierno encerrado.
Mas tal vez, pronto, bien mío,
Como nada existe eterna,
Extenderá el hado impío
Sobre tu rostro el invierno,
Sobre tu pecho el estío.

XLIV
Cuando a dos que se idolatran,
Separa el destino adverso,
Lloran y se dan la mano,
Y suspiran sin consuelo.
No lloraron nuestros ojos,
Ni nuestros labios gimieron;
Llanto y suspiros de pena
Nos atormentaron luego.

XLV.
Hablaban del amor, problema eterno,
Junto a una mesa, donde el té humeaba,
Haciendo de él, estética los hombres,
Sentimiento las damas.
«Siempre el amor platónico ser debe,»
Dijo con calma el flaco consejero;
La consejera suspiró al oírlo,
Mientras huyó un suspiro de su pecho.
Entre bostezos murmuró el canónigo:
«El amor sensüal es vil pecado
Que el alma pierde y la salud destroza.»
«¿Por qué?» pensó la joven entretanto.
«¡Ay! -dijo la Condesa- amor fue siempre
Pasión que eleva al infinito el alma.»
Y después al Barón, tierna y amable,
Con cortesía presentó una taza.
Aun quedaba un lugar junto a la mesa,
Y faltabas, bien mío,
Tú, que también tus sabias opiniones,
Tal vez, sobre el amor, hubieras dicho.

XLVI
Están envenenadas mis canciones,
¿Cómo no, vida mía?
Tú el veneno has vertido
Sobre la flor hermosa de mi vida.
Están envenenadas mis canciones,
¿Y cómo no, bien mío?
Serpientes mil mi corazón enlazan,
Y en él vas tú además, dueño querido.

XLVII
Volví a soñar bajo los altos tilos;
Hermosa noche estábamos,
Y de amor y de dicha en el exceso,
Fidelidad eterna nos jurábamos.
Seguía la promesa a la promesa
Entre ósculos ardientes;
Porque yo no olvidase un juramento,
Señalaste mi mano con tus dientes.
¡Oh! Dulce bien de los azules ojos
Y blanca dentadura,
El juramento, a mi entender, bastaba;
Sobraba, a no dudar, la mordedura.

XLVIII
A la cumbre subí, y ardi6 en mi pecho
Sentimental locura:
-Si un pájaro yo fuese,-Exclamé
suspirando con ternura,
Si fuera yo la golondrina errante,
Hacia tí volaría,
Y mi pequeño nido
De tu ventana en la cornisa haría.
Hacia tí volaría niña hermosa,
Si fuera ruiseñor,
Y en la enramada oyeras
De noche las canciones de mi amor.
Y si un canario fuese, también, loco,
Hacia tu corazón volando fuera,
Que sé, mi bien, que los canarios amas,
Y que te alegra su canción parlera.

XLIX
Lloraba porque en sueños
Te contemplaba muerta;
Despierto al fin me ví, copioso llanto
Surcaba ardiente mis mejillas yertas.
Lloraba porque en sueños
Ví que me abandonabas;
Después de despertar, aun mucho tiempo
Vertí en silencio lágrimas amargas.
Lloraba porque en sueños
Miré que aun me querías;
Desperté, y el torrente de mis lágrimas
Aun corre por mis pálidas mejillas.

L
Todas las noches, en mis tristes sueños,
Sonriendo te miro,
Y caigo, amante, suspirando loco
Ante tus pies queridos.
Me miras con tristeza, sacudiendo
Tu cabecita rubia,
Y por tus ojos de tu amargo llanto
Corren las perlas húmedas.
Y me dices muy bajo una palabra,
Y de rosas me entregas blanco ramo,
Y al despertar el ramo ya no existe
Y la palabra aquella he olvidado.

LI
Revuelve el viento la lluvia
De la noche entre las sombras:
¿Qué hará el ángel de mi vida?
¿Qué hará mi amor a estas horas?
Yo la veo en su ventana
Llenos los ojos de llanto,
Sus pupilas celestiales
En las tinieblas clavando.

LII
La selva azota viento penetrante;
Muda la noche tiende su sudario;
En capa gris envuelto, palpitante
Cruzo a caballo el bosque solitario.
Mis locos pensamientos bulliciosos
A mi corcel le sirven de avanzada,
Y ligeros me llevan, y gozosos,
Hasta el rico palacio de mi amada.
Ladran los perros con inquieto brío;
Con antorchas los pajes aparecen;
Subo, y sobre el marmóreo graderío
Mis espuelas sonando se estremecen.
En cámara de luces adornada,
Entre un ambiente tibio y perfumado,
Mi dulce bien espera mi llegada,
Y entre sus brazos caigo enamorado.
En tanto, el viento lúgubre murmura
Entre las ramas de la vieja encina:
«¿Dónde vas, paladín de la locura?
¿Dónde tu loco sueño te encamina?»

LIII
De su luciente morada
Se ha desprendido una estrella;
El astro de los amores
Que desciende hasta la tierra.
De los bosques se desprenden
Blancas flores y hojas secas,
Que arrastran regocijados
Los vientos en su carrera.
Canta el cisne en el estanque
Y de la arilla se aleja;
Calla su voz, y en las aguas
Su fosa líquida encuentra.
Huyeron hojas y flores;
Todo es silencio y tinieblas;
El astro se hundió en el polvo;
La voz de cisne no suena.

LIV
Un sueño me ha trasladado
A un castillo gigantesco,
Donde, entre tibios vapores
Y fulgores y destellos,
Muchedumbre abigarrada
Invadía con estruendo
El laberinto confuso
De ricos compartimientos.
Buscaba la turba pálida
La salida, con anhelo,
Retorciéndose las manos
Y con angustia gimiendo.
Se mezclaban con la turba
Las damas y caballeros,
Y yo mismo me vi pronto
En aquel tumulto envuelto.
De pronto me encontré solo,
Y me pregunté en silencio
Cómo pudo aquella turba
Desvanecerse tan presto.
Corrí; crucé desalado
Intrincados aposentos
Que a mi vista se extendían
En laberinto siniestro.
Eran cada vez mis pasos
Más pesados y más lentos;
Invadía helada, triste,
Fría angustia mi cerebro,
Y de hallar una salida
Ya dudaba en mi despecho.
Veo al fin la última puerta
Abrirla anhelante intento;
¿Mas quién ¡oh Dios! me detiene
Cuando salvarme deseo?
Era mi amada, que estaba
Ante la puerta en silencio,
Con el suspiro en los labios
Y en la frente el desconsuelo:
Volví hacia atrás, que me hacía
Su mano signo siniestro;
Pero ¿era aviso o reproche?
No podía comprenderlo.
Brillaba en sus claros ojos
Tan dulce y amante fuego,
Que aceleró sus latidos
Mi corazón en el pecho.
Y mientras que me miraba
Con aquel aire severo,
Mas tan lleno de dulzura
Y amor, me encontré despierto.

LV
En noche fría y triste, paseaba
Por el bosque sombrío mi tristeza,
Y el árbol que a mi paso despertaba,
Compasivo inclinaba la cabeza.
LVI
Yacen bajo la tierra los suicidas,
Al final de la negra encrucijada,
Y allí crece una humilde florecilla.
La flor azul del alma condenada.
Era la noche silenciosa y muda;
Llegué a la encrucijada suspirando;
Ante el fulgor de la amarilla luna
Aquella flor azul miré oscilando.

LVII
Me envuelve la sombra oscura,
Desde que tus ojos bellos
No alumbran con sus destellos
Mi camino de amargura.
Del amor y la alegría
No veo el astro brillante;
Tengo el abismo delante;
Trágame, noche sombría.

LVIII
Plomo en mi boca, en mi pupila sombra,
La mente entorpecida,
Y el corazón cansado,
En el fondo de un féretro gemía.
Después de haber dormido mucho tiempo
Se despertó mi alma.
Me pareció que oía
Alguno que a mi tumba se acercaba.
-«¿No quieres levantarte, Enrique mío?
El día eterno brilla,
Los muertos ya se alzaron,
Comienza al cabo la perpetua dicha.
-No puedo levantarme, amada mía;
Mírame bien, soy ciego;
Tanto por tí he llorado,
Que al fin mis ojos se quedaron secos.
-Enrique, con mis besos, de tus ojos
Ahuyentaré la noche;
Es preciso que veas
Los ángeles y el cielo y los fulgores.
-No puedo levantarme, amada mía;
La herida que tu lengua
Abrió en mi pecho amante,
Aun mana sangre y permanece abierta.

-Sobre tu corazón tan sólo, Enrique,
Apoyaré mi mano
No manará más sangre;
De aquella herida quedarás curado.
-No puedo levantarme, amada mía:
Tengo herida la frente;
Una bala de plomo metí en ella
Cuando me enloquecieron tus desdenes.
-Enrique, con los bucles de mi pelo
Yo cerraré tu herida,
Restañaré tu sangre
Y volverá a tu pecho la alegría.»
No pude resistir; era tan dulce
La voz que me llamaba,
Que quise levantarme
Y correr al encuentro de mi amada.
Y se abrieron de pronto mis heridas,
Y la sangre mis sienes y mi pecho
Anegó en turbulentas oleadas,
Y desperté llorando de mi sueño.


Epílogo

Enterrar quiero mis cantos,
Quiero enterrar mis quimeras;
Féretro insondable quiero,
Fosa necesito inmensa.
Ha de guardar muchas cosas
El ataúd bajo tierra;
Quiero que tenga más fondo
Que el tonel de Heidelberga.
Buscadme féretro duro,
De planchas fuertes y espesas,
Aun más largo que el gran puente
Que hay sobre el Rhin en Magencia.
Y buscad doce gigantes
De más vigor y más fuerza
Que el enorme San Cristóbal
Que hay de Colonia en la iglesia.
Que lo arrojen al profundo
Seno de la mar inmensa;
Que tal ataúd, tal fosa
Es necesario que tenga.
¿Sabéis ¡ay! por qué es preciso
Que enorme el féretro sea?
Porque en él enterrar quiero
Mis amores y mis penas.




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DOÑA PRIMAVERA by GABRIELA MISTRAL

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Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.

Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.

Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!

Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...

No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?

¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?

De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.

Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...

Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:

Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.


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DIVAGACION by RUBEN DARIO

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¿Vienes? Me llega aquí, pues que suspiras,
un soplo de las mágicas fragancias
que hicieron los delirios de las liras
en las Grecias, las Romas y las Francias.

¡Suspira así! Revuelen las abejas,
al olor de la olímpica ambrosía,
en los perfumes que en el aire dejas;
y el dios de piedra se despierta y ría.

Y el dios de piedra se despierte y cante
la gloria de los tirsos florecientes
en el gesto ritual de la bacante
de rojos labios y nevados dientes:

En el gesto ritual que en las hermosas
Ninfalias guía a la divina hoguera,
hoguera que hace llamear las rosas
en las manchadas pieles de pantera.

Y pues amas reír, ríe, y la brisa
lleve el son de los líricos cristales
de tu reír, y haga temblar la risa
la barba de Términos joviales.

Mira hacia el lado del boscaje, mira
blanquear el muslo de marfil de Diana,
y después de la Virgen, la Hetaíra
diosa, blanca, rosa y rubia hermana.

Pasa en busca de Adonis; sus aromas
deleitan a las rosas y los nardos;
síguela una pareja de palomas,
y hay tras ella una fuga de leopardos.

* * *

¿Te gusta amar en griego? Yo las fiestas
galantes busco, en donde se recuerde,
al suave son de rítmicas orquestas,
la tierra de la luz y el mirto verde.

(Los abates refieren aventuras
a las rubias marquesas. Soñolientos
filósofos defienden las ternuras
del amor, con sutiles argumentos,

mientras que surge de la verde grama,
en la mano el acanto de Corinto,
una ninfa a quien puso un epigrama
Beaumarchais, sobre el mármol de su plinto.

Amo más que la Grecia de los griegos
la Grecia de la Francia, porque Francia,
al eco de las Risas y los Juegos,
su más dulce licor Venus escancia.

Demuestran más encantos y perfidias,
coronadas de flores y desnudas,
las diosas de Glodión que las de Fidias;
unas cantan francés, otras son mudas.

Verlaine es más que Sócrates; y Arsenio
Houssaye supera al viejo Anacreonte.
En París reinan el Amor y el Genio.
Ha perdido su imperio el dios bifronte.

Monsieur Prudhomme y Homais no saben nada.
Hay Chipres, Pafos, Tempes y Amatuntes,
donde el amor de mi madrina, un hada,
tus frescos labios a los míos juntes).

Sones de bandolín. El rojo vino
conduce un paje rojo. ¿Amas los sones
del bandolín, y un amor florentino?
Serás la reina en los decamerones,
la barba de los Términos joviales.

(Un coro de poetas y pintores
cuenta historias picantes. Con maligna
sonrisa alegre aprueban los señores.
Clelia enrojece, una dueña se signa).

¿O un amor alemán??que no han sentido
jamás los alemanes?: la celeste
Gretchen; claro de luna; el aria; el nido
del ruiseñor; y en una roca agreste,

la luz de nieve que del cielo llega
y baña a una hermosa que suspira
la queja vaga que a la noche entrega
Loreley en la lengua de la lira.

Y sobre el agua azul el caballero
Lohengrín; y su cisne, cual si fuese
un cincelado témpano viajero,
con su cuello enarcado en forma de S.

Y del divino Enrique Heine un canto,
a la orilla del Rhin; y del divino
Wolfang la larga cabellera, el manto;
y de la uva teutona el blanco vino.

O amor lleno de sol, amor de España,
amor lleno de púrpuras y oros;
amor que da el clavel, la flor extraña
regada con la sangre de los toros;

flor de gitanas, flor que amor recela,
amor de sangre y luz, pasiones locas;
flor que trasciende a clavo y a canela,
roja cual las heridas y las bocas.

* * *

¿Los amores exóticos acaso...?
Como rosa de Oriente me fascinas:
me deleitan la seda, el oro, el raso.
Gautier adoraba a las princesas chinas.

¡Oh bello amor de mil genuflexiones:
torres de kaolín, pies imposibles,
tasas de té, tortugas y dragones,
y verdes arrozales apacibles!

Ámame en chino, en el sonoro chino
de Li-Tai-Pe. Yo igualaré a los sabios
poetas que interpretan el destino;
madrigalizaré junto a tus labios.

Diré que eres más bella que la Luna:
que el tesoro del cielo es menos rico
que el tesoro que vela la importuna
caricia de marfil de tu abanico.

* * *

Ámame japonesa, japonesa
antigua, que no sepa de naciones
occidentales; tal una princesa
con las pupilas llenas de visiones,

que aun ignorase en la sagrada Kioto,
en su labrado camarín de plata
ornado al par de crisantemo y loto,
la civilización del Yamagata.

O con amor hindú que alza sus llamas
en la visión suprema de los mitos,
y hacen temblar en misteriosas bramas
la iniciación de los sagrados ritos.

En tanto mueven tigres y panteras
sus hierros, y en los fuertes elefantes
sueñan con ideales bayaderas
los rajahs, constelados de brillantes.

O negra, negra como la que canta
en su Jerusalén al rey hermoso,
negra que haga brotar bajo su planta
la rosa y la cicuta del reposo...

Amor, en fin, que todo diga y cante,
amor que encante y deje sorprendida
a la serpiente de ojos de diamante
que está enroscada al árbol de la vida.

Ámame así, fatal cosmopolita,
universal, inmensa, única, sola
y todas; misteriosa y erudita:
ámame mar y nube, espuma y ola.

Sé mi reina de Saba, mi tesoro;
descansa en mis palacios solitarios.
Duerme. Yo encenderé los incensarios.
Y junto a mi unicornio cuerno de oro,
tendrán rosas y miel tus dromedarios.

sábado, 6 de septiembre de 2008

ENCAJES by Manuel Machado

Alma son de mis cantares,

tus hechizos...
Besos, besos
a millares. Y en tus rizos,
besos, besos a millares.
¡Siempre amores! ¡Nunca amor!

Los placeres
van de prisa:
una risa
y otra risa,
y mil nombres de mujeres,
y mil hojas de jazmín
desgranadas
y ligeras...
Y son copas no apuradas,
y miradas
pasajeras,
que desfloran nada más.

Desnudeces,
hermosuras,
carne tibia y morbideces,
elegancias y locuras...

No me quieras, no me esperes...
¡No hay amor en los placeres!
¡No hay placer en el amor!



CANTARES by Manuel Machado


Vino, sentimiento, guitarra y poesía,
hacen los cantares de la patria mía...
Cantares...
Quien dice cantares, dice Andalucía.

A la sombra fresca de la vieja parra,
un mozo moreno rasguea la guitarra...
Cantares...
Algo que acaricia y algo que desgarra.

La prima que canta y el bordón que llora...
Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares...
Son dejos fatales de la raza mora.

No importa la vida, que ya está perdida.
Y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?...

Cantares...
Cantando la pena, la pena se olvida.

Madre, pena, suerte; pena, madre, muerte;
ojos negros, negros, y negra la suerte.
Cantares...
En ellos, el alma del alma se vierte.

Cantares. Cantares de la patria mía...
Cantares son sólo los de Andalucía.
Cantares...
No tiene más notas la guitarra mía.